Semana Santa
"En el misterio pascual, Dios Padre, por medio del Hijo en el Espíritu Paráclito, se ha inclinado sobre cada hombre ofreciéndole la posibilidad de la redención del pecado y la liberación de la muerte". (Juan Pablo II)
La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión. Se olvidan de lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae.
Domingo de Ramos:
Celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en la que todo el pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas. Por esto, nosotros llevamos nuestras palmas a la Iglesia para que las bendigan ese día y participamos en la misa.
Jueves Santo:
Este día recordamos la Última Cena de Jesús con sus apóstoles en la que les lavó los pies dándonos un ejemplo de servicialidad. En la Última Cena, Jesús se quedó con nosotros en el pan y en el vino, nos dejó su cuerpo y su sangre. Es el jueves santo cuando instituyó la Eucaristía y el Sacerdocio. Al terminar la última cena, Jesús se fue a orar, al Huerto de los Olivos. Ahí pasó toda la noche y después de mucho tiempo de oración, llegaron a aprehenderlo.
Viernes Santo:
Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión. Lo conmemoramos con un Via Crucis solemne y con la ceremonia de la Adoración de la Cruz.
Sábado Santo o Sábado de Gloria:
Se recuerda el día que pasó entre la muerte y la Resurrección de Jesús. Es un día de luto y tristeza pues no tenemos a Jesús entre nosotros. Las imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. Por la noche se lleva a cabo una vigilia pascual para celebrar la Resurrección de Jesús. Vigilia quiere decir “ la tarde y noche anteriores a una fiesta.”. En esta celebración se acostumbra bendecir el agua y encender las velas en señal de la Resurrección de Cristo, la gran fiesta de los católicos.
Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua:
Es el día más importante y más alegre para todos nosotros, los católicos, ya que Jesús venció a la muerte y nos dio la vida. Esto quiere decir que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al Cielo y vivir siempre felices en compañía de Dios. Pascua es el paso de la muerte a la vida.
dato curioso de las filitinas
Semana Santa en Filipinas
Los penitentes participan en los ritos con múltiples flagelaciones y golpes que rayan en un dolor insoportable
EFE - ERIC SAN JUAN / MABALACAT (FILIPINAS)Los ritos paganos de la Semana Santa filipina arrancaron hoy con el calvario de penitentes golpeados por la gente y las flagelaciones de otros muchos que participaron en las procesiones de las cofradías.
En la localidad de Mabalacat, de la provincia de Pampanga y situada al norte de Manila, una veintena de penitentes de distintas cofradías fueron derribados a golpes mientras arrastraban una pesada cruz de madera de más de dos metros de largo.
Descalzos, ataviados con una túnica, encapuchados y con una corona de hojas en la cabeza, los penitentes, en su mayoría muy jóvenes, realizan el sacrificio con la convicción de que servirá para traerles buena suerte, salud y bienestar.
La comitiva, también formada por una fila de fervorosos católicos que se flagelan o arrastran cruces de madera de menor tamaño, se detiene cada vez que pasa delante de una iglesia, donde la gente casi compite entre si para dar el golpe más duro al penitente.
Éste, atado a unas cuerdas de las que tiran adultos y chiquillos, trata de echar a correr mientras le dan puntapiés y porrazos con trozos de manguera, pedazos de caucho o cinturones.
Tras unos diez segundos de agonía, termina desplomándose, incapaz de soportar el torbellino de golpes en la espalda, costillas y las piernas, y se postra unos minutos delante del templo, donde un grupo de devotos lee la Biblia en voz alta sin pausa durante toda la jornada.
Los más resistentes repiten la operación durante las más de tres horas que duran algunos de estas procesiones, y aprovechan así para visitar el máximo número de iglesias posible, para cumplir con una de las tradiciones filipinas más populares en el Jueves Santo.
"Yo también hago mi propia penitencia golpeando, es mi forma de sacrificio", comenta a Efe un joven aporreador que con un tubo de caucho arremete contra el maltrecho encapuchado.
El penitente aguanta la tunda con entereza, sin apenas soltar un gemido de dolor y sin el menor gesto de reprobación hacia sus "verdugos", a quienes, en teoría, considera benefactores por ayudarle a cumplir su compromiso con Dios.
"Siento dolor, pero estoy bien", dice escueto uno de los penitentes mientras se prepara para recibir el segundo castigo del día. Tampoco se quejan las decenas de flagelantes, que caminan mientras se azotan sus enrojecidas espaldas de manera rítmica con fustas de madera.
Cada cierto tiempo hacen un alto en el trayecto para que el acuchillador que les acompaña les inflija una veintena de pequeños cortes con el fin de evitar que la sangre se coagule.
Cerca del 80 por cien de los 94 millones de habitantes se declara católico en Filipinas, el único país de Asia donde esta religión es mayoritaria.
En la localidad de Mabalacat, de la provincia de Pampanga y situada al norte de Manila, una veintena de penitentes de distintas cofradías fueron derribados a golpes mientras arrastraban una pesada cruz de madera de más de dos metros de largo.
Descalzos, ataviados con una túnica, encapuchados y con una corona de hojas en la cabeza, los penitentes, en su mayoría muy jóvenes, realizan el sacrificio con la convicción de que servirá para traerles buena suerte, salud y bienestar.
La comitiva, también formada por una fila de fervorosos católicos que se flagelan o arrastran cruces de madera de menor tamaño, se detiene cada vez que pasa delante de una iglesia, donde la gente casi compite entre si para dar el golpe más duro al penitente.
Éste, atado a unas cuerdas de las que tiran adultos y chiquillos, trata de echar a correr mientras le dan puntapiés y porrazos con trozos de manguera, pedazos de caucho o cinturones.
Tras unos diez segundos de agonía, termina desplomándose, incapaz de soportar el torbellino de golpes en la espalda, costillas y las piernas, y se postra unos minutos delante del templo, donde un grupo de devotos lee la Biblia en voz alta sin pausa durante toda la jornada.
Los más resistentes repiten la operación durante las más de tres horas que duran algunos de estas procesiones, y aprovechan así para visitar el máximo número de iglesias posible, para cumplir con una de las tradiciones filipinas más populares en el Jueves Santo.
"Yo también hago mi propia penitencia golpeando, es mi forma de sacrificio", comenta a Efe un joven aporreador que con un tubo de caucho arremete contra el maltrecho encapuchado.
El penitente aguanta la tunda con entereza, sin apenas soltar un gemido de dolor y sin el menor gesto de reprobación hacia sus "verdugos", a quienes, en teoría, considera benefactores por ayudarle a cumplir su compromiso con Dios.
"Siento dolor, pero estoy bien", dice escueto uno de los penitentes mientras se prepara para recibir el segundo castigo del día. Tampoco se quejan las decenas de flagelantes, que caminan mientras se azotan sus enrojecidas espaldas de manera rítmica con fustas de madera.
Cada cierto tiempo hacen un alto en el trayecto para que el acuchillador que les acompaña les inflija una veintena de pequeños cortes con el fin de evitar que la sangre se coagule.
Cerca del 80 por cien de los 94 millones de habitantes se declara católico en Filipinas, el único país de Asia donde esta religión es mayoritaria.
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